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lunes, 12 de octubre de 2009

Cementerio de Almería

Hace ya unos años (2003) escribí un articulo sobre el Cementerio de Almería, que no se quiso reproducir en la prensa almeriense sonde fue enviado.

Hoy acabo de regresar de aquella ciudad donde he asistido al XII Symposiun Internacional  de Historia de la Masonería Española del CEHME, y volví a encontrarme con la misma situación cuando visité el Cementerio de dicha ciudad.

Traigo aquí lo que escribí aquellos días, contextualizado con las fotos de esta nueva visita, y prometo que hare después otro par de entregas sobre Almería

DSCN0938Entrada que fue principal en su momento 

CEMENTERIO DE ALMERIA

Con motivo de mi asistencia a las primeras jornadas sobre Salmerón en Almería para presentar un trabajo sobre la visita de Salmerón a Asturias y el movimiento que allí dejó tras su partida. Aproveché la mañana de asueto para darme un garbeo hasta la necrópolis almeriense, y no es que padezca de algún tipo de filia, cosa casi muy natural en estos revueltos tiempos, lo que pasa es que entiendo a los cementerios como el gran arcón de la historia, en ellos se contiene la sociología del pueblo, los índices de mortalidad, las ideologías predominantes y el sentido del orgullo patrio, de clase, y hasta si me apuran estético.

Creo que la visita a una necrópolis debiera ser asignatura obligada para aquellos que se adentran en el campo universitario de las humanidades, pues una atenta observación, un detallado estudio del urbanismo, de las tumbas y de los panteones, de sus formas y símbolos son la mejor clase que un docto catedrático pudiera impartir.

 

En ese arcón de piedra, entre los impresionantes panteones y modestas tumbas en tierra se denota la predominante raigambre religiosa que no deja resquicio a la heterodoxia, se nos muestra la longevidad de un pueblo, la penuria laboral, todo eso, y muchas cosas más se desprende de un cementerio, o sea del camposanto que otros llaman.

DSCN0935Monolito del enterramiento militar 

Con esa filosofía me acerqué al Cementerio de Almería, se nota que el camino a la necrópolis no está pensado para un largo paseo a pie, aunque tal cuestión de movilidad nos va dando la real dimensión de la ciudad, que nos arroja una hechura centrípeta, donde los arrabales son simples ensanches y barriadas asediadas de polvo y suciedad.

El cementerio presenta para el visitante ajeno a estos parajes, un aspecto de suciedad de dejadez, pues en los predios de los enterramientos en tierra se mezclan gatos, con basura y restos de piedras, ladrillos, y tablazones en minúsculas proporciones, junto con lápidas descuidadas que dan al conjunto una sensación de abandono casi total.

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Una de la partes aledañas donde la basura se lo come todo

El segundo pórtico de entrada que da paso a la parte noble, cristiana y elogio patrio, con una serie de panteones modestos y una circunvalación de pasillos con criptas subterráneas, novedad que he visto por primera vez aquí en Almería, y que parecen preservar la intimidad de sus muertos. Tanto esa sí que no fui capaz de encontrar a los librepensadores almerienses, a los republicanos, a los heterodoxos que en otras partes nos muestran orgullosos sus obeliscos, sus señas de identidad, aquí en el camposanto de Almería no encontré el panteón de hijos ilustres, de los nobles liberales que los hubo, es como si todo quisiera ser hurtado a la curiosidad del visitante.

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Vistas con la dejadez de fondo

Encontré pues un cementerio hecho a jirones y de recovecos, con una aspecto ajado en las partes más antiguas de la necrópolis, lápidas bonitas con el pringue del polvo arenisco de años y años, casi sepultadas por el abandono como los nichos de Francisco Godoy Calvo o la de Mulet Chambon, por poner un ejemplo.

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Me sorprendió encontrar en el cementerio un recinto cerrado a cal y canto, y que pronto reconocí como el cementerio de los Ingleses, o de los protestantes, pues hay otros de parecida factura en otras partes, aunque me llamó poderosamente la atención el que estuviera cerrado con portalón y candado, y como casi siempre lo encontré yaciendo en el olvido, es una pena que los consulados y las embajadas no destinen un dinero para el mantenimiento de estos compatriotas extrañados de la madre patria, allí reconocí a ingleses y escoceses y hasta pude reconocer la sencilla tumba del judío Harol Arbeiter.

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Por encima de los muros de camposanto se veían retazos de la suciedad de los suburbios amenazante y polvorienta de la cual se contamina el gran barco de la muerte que es el cementerio, aunque me reconcilió de tanto desastre contemplar la zona nueva, atacada de nichos de última hornada a imagen y semejanza de los barrios, pero eso sí con el signo andalucista de los juegos multicolores en un derroche juego floral que en mis tierras del norte son más bien escasos.

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Vista de una de los partes del cementerio

Mi viaje prosiguió hacia Cuevas de Almanzora, me habían hablado de otros cementerios coquetos y ricos en iconografía repartidos por la provincia, pero tenía el capricho de encontrar a un compatriota asturiano que cerró el capítulo de su vida en Cuevas.

Pedro el enterrador del coqueto cementerio de Cuevas de Vera, a hora de Almanzora, desde la sapiencia y paciencia del oficio, sin inmutarse, pues para él todos son iguales a la hora de la fosa, me ayudó a buscar a D. César Álvarez Cascos, pariente del actual ministro del Sr Aznar.

Era éste Álvarez Cascos un luarqués a carta y cabal, un empedernido masón y librepensador que levantó talleres masónicos en su tierra de origen y hasta se fue a herética Ginebra al Congreso de Librepensamiento, que allí se celebró a comienzos del siglo XX.

Este librepensador con 65 años, en un frío 19 de noviembre de 1923 entregaba su espíritu al Oriente Eterno a causa de un derrame cerebral. Aunque ya sus restos no reposan en Cuevas, fue agradable ver el cementerio, coqueto y limpio, donde la nobleza alternaba con las clases bajas y los prohombres de la tierra, que también fueron fruto de las razzias para erradicar símbolos e iconografías contestatarias como le sucedió González Grano de Oro, daban prestigio y contrapunto al palio católico.

¡Que descansen todos en paz!, Y rogaría a las autoridades locales para que este trocito de historia, que son los cementerios esté más cuidados, y sus páginas no estén emborronadas con los manchurrones del olvido y el abandono.

He dicho

Textos y fotos  @

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Víctor Guerra

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