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viernes, 30 de enero de 2009

Los Cementerios Civiles . La Amudena (I)

Los cementerios son la nuestra memoria histórica, la pasada, la reciente y la actual, ello son el libro abierto en el que se escribe nuestra historia, nuestra concepción de la vida y la muerte, de la estética , y no dejan de ser , aunque esa huella se ha desdibujado con la abolición de los “corralillos” la huella de nuestra “incapacidad para una vida civil- como dice José Jiménez Lozano- y de la intolerancia religiosa, filosófica, social y política que no solo ha venido dividiendo , y con frecuencia enconadamente, a los españoles en vida, sino que también los ha venido separando a la hora de la muerte”

Los cementerios en España se pueden, o se podían dividir en dos clase católico y civiles.

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Entrada del Cementerio Civil de la Almudena (Madrid)

A los primeros ya les dedicaremos tiempo y espacio, a los segundos, hoy ya desaparecidos, fueron esos recintos malditos, a los cuales los chavales mirábamos con terror, cuando podíamos escaparnos en el transcurso de alguna visita íbamos para ver que había en esos sitios, cerrados a cal y canto, y que eran fruto de la más indigna indiferencia.

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Larga fue la lucha para que tales recintos tuvieran la dignidad merecida, pero la casta que la Iglesia católica montó, dignificando hasta el extremo más exagerado la muerte del “Creyente”, y haciendo indigno de homenaje al “Increyente” al estúpido ateo, al liberal , que no tenía en esta España de “castas” derecho a la dignidad, por lo cual mucho fueron allí arrojados como perros, y otros muchos se salvaron porque las familias hicieron o corrieron todo tipo de situaciones para evitar tal escarnio.

Por eso cuando fui a visitar el Cementerio de la Almudena me encontré con un gran recinto funerario, donde la dignidad fue lograda por combate duro contra los cogolludos, logrando en épocas gloriosas aunque cortas que estos recintos segregados tuvieran una dignidad hasta casi diríamos imponente…

Cementerio civil de la Necrópolis del Este

“La antigua carretera de Vicálvaro, hoy Avenida de Daroca (parte a la derecha de la calle de Alcalá, superada la Plaza de las Ventas, nada más cruzar el puente sobre la M30), separa todavía el que fuera Cementerio civil del resto del Cementerio del Este (antes cementerio católico, conocido como de Nuestra Señora de la Almudena), aunque hoy, en teoría, ya no existan diferencias entrambos.

En 1877 el Ayuntamiento de Madrid, presidido por José Abascal, convocó un concurso para la construcción de un gran cementerio que debía situarse en el entonces término municipal de Vicálvaro, en los terrenos de la Elipa. Ganaron el concurso los arquitectos Fernando Arbós y José Urioste, y el proyecto de la gran Necrópolis del Este de Madrid quedó aprobado el 31 de octubre de 1879, dejando previsto un monumental trazado concéntrico ajustado a la topografía (cuya construcción no culminaría hasta 1925). Una mortífera epidemia de cólera aceleró su inauguración, que se produjo el 15 de junio de 1884 como Cementerio de Epidemias. A partir de septiembre de 1884 quedaron ya clausurados siete de los once cementerios hasta entonces existentes en Madrid (se mantuvieron las sacramentales de San Isidro, de San Justo, de Santa María y de San Lorenzo), y una Real Orden de 10 de septiembre de 1884 aprobó el reglamento particular del nuevo Cementerio del Este.

Un año antes otra Real Orden, de 2 de abril de 1883, había dispuesto que en todos los ayuntamientos cabezas de partido judicial de España, o en aquellos mayores de seiscientos vecinos, se estableciese al lado del cementerio católico, pero respetando el cerramiento de éste y con entrada independiente, un espacio de terreno cerrado destinado al enterramiento de los muertos fuera de la comunión católica, como cementerio civil (en el sentido preciso de no católico).

De manera que, recién aprobado el reglamento del nuevo cementerio madrileño, pudo también inaugurarse el Cementerio civil de la Necrópolis del Este, lo que se produjo con el enterramiento de Maravilla Leal González, fallecida el 9 de septiembre de 1884, a los veinte años de edad.

En 1894 se levantó por suscripción popular el mausoleo del librepensador Ramón Chíes; en 1901 el de Francisco Pi Margall, segundo presidente republicano. Al Cementerio civil del Este se han ido trasladando los restos de otros fallecidos, en un curioso peregrinar de necrófilas resonancias supersticiosas: los de Estanislao Figueras (primer presidente de la primera república española, fallecido en 1882, trasladado al mausoleo erigido en 1892 por suscripción popular), los de Nicolás Salmerón (tercer presidente republicano español, fallecido en 1908, al monumento levantado en 1915), los de Julián Sanz del Río (fallecido en 1869) y los de Fernando de Castro (fallecido en 1874) –trasladados el 18 de junio de 1905 desde el cementerio civil de la Puerta de Toledo–, los de Julián Besteiro (fallecido en Carmona en 1940, en cuyo cementerio reposaron hasta 1960 en que fueron trasladados a Madrid), &c. En el antiguo cementerio civil del Este pueden contemplarse además el mausoleo de Pablo Iglesias, y las tumbas de Gumersindo de Azcárate, Urbano González Serrano, Francisco Giner de los Ríos, Francisco Largo Caballero, Jaime Vera, Pío Baroja, José Laín Entralgo, Américo Castro, Xavier Zubiri, Blas de Otero, Dolores Ibarruri, Julián Grimau, Enrique Lister,”

Reseña tomada del Proyecto filosofía e español

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Ramón Chies murió en Madrid en 1894, fue el Director de Las Dominicales de Librepensamiento, nótese los tres puntos en la parte superior del cenotafio.

Un poco más allá , se levanta otra tumba, también de porte imponente, el mausoleo dedicado a Pí y Margall

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Estos dos fueron conocidos y reconocidos masones, quien aún está en duda y se está estudiando su adscripción a la masonería en Nicolás de Salmerón , que cuenta también con otro gran mausoleo.

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y lo que no podía faltar en este cementerio en el que se van varios simbolos masónicos entre ellos la famosa Columna Rota,

DSCN7425 O símbolos triangulares más modernos

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Sobre un cenotafio de un enterramiento en tierra, uno de los símbolos masónicos por excelencia

El compas y la escuadra y la “G” rematadas por hojas de Acacia

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Textos y fotos @ Víctor Guerra

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