Los gustos por los cementerios son cuestiones que aquí en España el personal ni se plantea, sin embargo en otros universos como Francia o Alemania, o Inglaterra, y ya no digamos Usa, es todo un universo.
Uno de los historiadores, que ha hecho de los campos santos su oficio, en tanto que ejerce de guía funerario, es el francés es Philippe Landru, que tiene esta pagina web CEMENTERIOS DE FRANCIA
Aquí nos deja sus impresiones
Muy a menudo, se me plantea la cuestión: ¿De dónde le me viene este gusto por los cementerios? Y siempre tengo algún pudor en responder, no por pudor, sino porque esta cuestión genera respuestas complejas, múltiples, y complementarias. Este pequeño artículo tiene por objeto hacer la lista. Quizá que en él se reconocerán otros…
No se nace con una pasión para los cementerios: ésta llega progresivamente, por una sucesión de marchas psicológicas e intelectuales. No se trata aquí de elaborar una respuesta definitiva, y menos aún una respuesta universal: frecuenté bastante estos lugares para saber que cada uno tiene su propio curso, y que existe de montones de razones que le atraen a uno (a) s y a otros a tales lugares. Sin embargo, a pesar de nuestras diferencias cuando hablamos vemos que siempre encontramos algunas cuestiones fundamentales en las que coincidimos.
Por mi parte, como ya lo anuncié, “la entrada en el cementerio” (como “la entrada en religión”) es el resultado de marchas intelectuales. Un poco “webpsychanalyse” ya que para mí es interesante incluir esta consecuencia de vínculos.
El informe de la muerte en primer lugar: Es evidente de que todavía se ven los cementerios como lugares siniestros y aunque Este tipo de atracción puede existir en algunos, pero no tiene ningún sentido para la gran mayoría de los agrimensores de necrópolis. Los asiduos de los cementerios saben hasta qué punto evacuamos la dimensión puramente funeraria, tanto que es necesario volver a bajar regularmente sobre tierra para acordarse de la primer función del lugar.
En primer lugar, no me siento especialmente macabro. No soy especialmente “gótico” y si los cráneos me agradan para su estética, no los recojo y no me hacen vibrar. Tuve obviamente que enfrentar el luto como la mayoría de la gente, y eso nunca me ha entusiasmado. De estudiante, trabajé incluso algún tiempo en una morgue sin tener ningún placer. Huyo de los hospitales que encuentro verdaderamente siniestros… En resumidas cuentas, no tengo nada de necrófilo al menos de un forma patente.
¿El miedo de la muerte entonces? Seguramente, como muchos Lo que es verdadero, es que a partir de mi más joven edad, la muerte formó parte de mi universo. Nunca he ocultado el reverso de la mano; más que la muerte, es el olvido lo que me asusta. No tanto el olvido de mi propia persona (siendo ateo y muy cartesiano en este sentido después mi el diluvio…) sino ese proceso de borrado progresivo del conjunto de las memorias, solo recordado por la imagen de una vela en final de curso. El olvido no me asusta: me obsesiona, me asustó…
Digamos que te devuelve a la insignificancia, a la nada, a la vacuidad de todas las cosas. Se podrá decir que si bien los individuos desaparecen, su obra no desaparece con ellos. Es un hecho, pero tengo allí un profundo respeto del concepto de “paternidad”: es seguramente una de las primeras verdaderas claves para incluir esta pasión… Volver a César… Nunca dejado un objeto, una obra, un concepto, una empresa, una canción, una película, huérfanos de su autor. ¿Por qué se busca siempre el creador detrás de cada creación? ¡No sé nada! Sería necesario hacer seguramente un psicoanálisis, pero no tengo tiempo.
Entonces obviamente, el cementerio es el receptáculo último de todas las paternidades. La mayoría olvidando que es necesario encontrarlas. Para colmar lo más posible el olvido. Y luego hay también el reconocimiento, una manera de agradecer al que vino antes que nosotros con las ideas brillantes, que algunos pudieron tener. ¿Y para resumir las Memorias entre tumbas de Beyern, la obra más sutil, el más penetrante que existe sobre esta pasión culpable, más que el miedo de la muerte, la frecuentación de los cementerios habría que decir si no disimula más bien un miedo a la vida?
El gusto para la historia, “es lógico interesarse por los cementerios puesto que es historiador… ” dicen de mí y tuercen todo el cuello a esta creencia. Por mi oficio, obviamente tengo que frecuentar un enorme número de historiadores. La mayoría no se interesan absolutamente por los cementerios, y su reacción es similar a las de los otros: que pasan de la diversión a la incomprensión. Contrariamente a las apariciones, la historia no conduce a los cementerios.
El gusto estético: Contrariamente a mucha gente para la cual el cementerio tiene un gusto estético y este aspecto estético dista mucho de haber precedido mis primeras incursiones. Es más tarde que, progresivamente, cuando empecé a interesarme por el estatuario, y la arquitectura, y pude apreciar las obras funerarias, sus códigos y sus vocabularios. Y luego, pude reconocer en algunas tumbas y despertaron mi interés en este ámbito, y digamos de paso que la inmensa mayoría de los enterramientos está constituida por losas sin gran resplandor. Es a otra parte que es necesario buscar en la motivación.
Un lugar de paseos: He aquí otra clave fundamental, que asumo completamente aunque para algunos tenga muchas a connotaciones peyorativas.
Es muy clásico, cuando se está digamos que poco satisfecho con la sociedad en la cual se vive, de ir a refugiarse a los cementerios. Aunque es necesario precisar: siendo historiador de formación, no van a hacerme decir eso de “que era mejor ayer”. Ayer, se vivía difícilmente, se moriría joven y los ocios eran una utopía.
Sería bien ingrato, por mi parte que paso tanto tiempo en los cementerios, rechazar a una sociedad que hasta cierto punto me concede este lujo. No se trata pues de este “passéisme”, sino más bien de un gusto melancólico para lo que no es ya. Como lo tengo escribo en otra parte, los cementerios, más que nuestra memoria, son la suma de las memorias de los que nos precedieron, es decir, memorias muertas que se agrandan para resurgir.
El gusto romántico para el pasado es obviamente ilusorio, pero colma en mí una necesidad regresiva, creando una clase de sosiego cómoda y protectora.
El gusto de panthéons Eso también, eso me viene sin que sepa explicar el origen. Elaborar interminables listas … Ser finalmente más un compilador que un protagonista: los Presidentes del Consejo, los académicos, el Goncourt, el Nobel, los decanos, los soberanos, los antepasados (soy también généalogista)…
Recojo las listas, y no estoy solo. Me gusta elaborar mis panteones personales. Me gustan también las secuencias cronológicas, seguramente en un objetivo candoroso e inútil decidir el curso del tiempo: ¡si cada uno tiene un precursor y un sucesor, hay un eslabón de una cadena que forma un conjunto y este nos puede olvidarse totalmente !!!
La introspección: todos los que me conocen saben que los cementerios colman en mi una profunda necesidad de soledad y meditación. Son un lugar ideal para la introspección. Bertrand Beyern escribió en sus Memorias entre tumbas esta frase que encuentro admirable: “Ante el mármol y de granito que disimula sus restos, no busco ningún diálogo ni les planteo la menor cuestión. Soy yo el que hablo pero me dirijo a ellos”.
El gusto por el juego de las pistas: Comparo a menudo la búsqueda de las tumbas en los cementerios con el placer lúdico que tienen los niños que ir a buscar los chocolates de Pascua en los jardines. Algunos ironizan sobre el placer regresivo que eso obtiene: asumen.
El gusto del rompecabezas: otro placer que debe conectarse seguramente al precedente por su aspecto lúdico. Me gustan los rompecabezas, es un hecho, y no es una casualidad, uno de los libros que me tiene el fascinado es La Vie: mode d'emploi de Pérec. Los cementerios son rompecabezas cuyas partes están en todo un desorden. Hay sin embargo una diferencia: los rompecabezas, incluso más grandes, tienen siempre un final. Los cementerios no tienen. ¿De una personalidad, a las tumbas o los nichos se prosigue la búsqueda permanente y perpetua de “quién era aquél? ”.
El placer de aprender: ¡no se lo olvidará aquél! No sería necesario a pesar de todo creer que el gusto para los cementerios sólo se condiciona por las neurosis o placeres regresivos. Todos lo que somos, lo que tenemos y nuestros “patrimonios culturales” están condicionados por nuestras pasiones. Fulano, pagado en cartas, no hará caso completamente del ámbito de las ciencias. Tal otro, apasionado por el deporte, ignorará al del cine. La ventaja de los cementerios es que permiten enfrentarse a todos los lados de la cultura, los que se conocen y también los otros. Aunque completamente hermético al deporte y poco pagado en la cultura científica, las tumbas permitieron una intrusión cultural en ámbitos que sin duda habrían seguido siendo en gran parte desconocidos. Reconozco tener siempre del placer de descubrir la tumba de un Nobel de la física o de un campeón del Monde de fútbol. ¡Hasta sorprenderme a veces por conocer a tal futbolista quien los fans de fútbol olvidaron!
El antijeu: es una dimensión. Quizá no esencial, pero presente a pesar de todo. ¿Piensa que todo esto no tiene ningún interés? ¡Los cementerios resultan una búsqueda inútil: ¡ok! ¡ ¿Pueril? Sin-duda un poco, pero no más que pasar su tiempo que tal debiera perderse en los partidos, en los cursos, en la Bolsa … Al igual que actividad reservada a un pequeño grupo, hay un placer solitario por apoderarse de tal proyecto. Lo asombroso por otra parte, es ver a tanta gente en el cementerio del Padre Lachaise convencida como si el cementerio fuera su ámbito, su reino…
Un ocio del inadaptado. Es, creo, uno de los hilos rojos de la mayoría de los aficionados a los cementerios.
Eso tranquilizará a los “espíritus sanos” que no se interesan por los cementerios. Ciertamente, todos no comparten la misma inadaptación, pero en todos los que encontré, se veía rápidamente señalada una grieta, un accidente, un pequeño “je-ne-sais-quoi” que hacía sonreír para su efecto espejo. Más o menos conscientemente por otra parte, nos reconocemos en este hilo rojo.
Soy honesto: el mundo y la sociedad tal como se nos venden no proponen, el packaging, “conocimiento y gusto para los cementerios”. Nuestros prójimos nos señalan por otra parte, muy a menudo hasta que convencidos de nuestra terquedad, terminan por admitirlo. En algunos obviamente, pasar su tiempo en los cementerios altera definitivamente el comportamiento: los “locos de cementerios” son legión, y divierten los que guardaron un poco de salud mental (hasta cuando?).
Beyern escribió muy bonitas páginas allí arriba. Fulano no tenía amigos que eran joven, tal otro tiene portadores; fulano fue afectado por un luto que no se vuelve a poner… A menudo, hay una dificultad para vivir con vivos (sin embargo ser atraído por la muerte: no pienso que haya más suicida en los taphophiles… no hay ninguna prueba, estoy convencido incluso de lo contrario). Un ejemplo entre tanto otros que observé en un enorme número de casos, sin que pueda establecer ninguna relación de causalidad: La fuerte proporción de homosexuales apasionados por los cementerios.
¡Cuando la sociedad no quiere inevitablemente oír lo que se tiene que decirle, se tiene siempre el ocio de ir a hablar con las muertes! En cualquier caso, cualquiera que sea la inadaptación en cuestión, lo asumimos bien y no os reímos mucho de la “gente normal”.
Al final, por motivaciones diferentes, terminamos por ocupar funciones equivalente: la de ser arqueólogos de lo contemporáneo.
El taphophile, al igual que el arqueólogo, va a descubrir los rastros a veces tenues, a veces dañados, de un pasado más o menos reciente. Sus templos en ruinas él, son las losas moussues que limpia. Luego viene la fase de las investigaciones, de la compilación. Más aún, somos aguafiestas al olvidar en redondo. Una cosa que los taphophiles descubren bastante rápidamente hundiéndose en la literatura especializada, es que en todos los tiempos hubo precursores.
Algunos escribieron, otros pasos, pero todos forman una cadena de pasadores de fronteras (esto para responder a los que considerarían que en nuestra sociedad desarraigada, la pasión corresponde a una necesidad de encontrar raíces….). En plena revolución industrial, allí también dónde era necesario ir antes y de deshacerse de los viejos fantasmas, algunos habrá para elaborar catálogos de difuntos de las necrópolis parisienses. Seguimos esta obra ilusoria con uno bonitos impaciencias.
Philippe Landru
AMI ME ENCANTA PASAR TIEMPO EN LOS CEMENTERIOS.Y ES RARO PORQ ME SIENTO EN CASA
ResponderEliminarA mi me pasa igual
EliminarA mi me pasa igual
EliminarYo tambien siento fascinacion por los cementerios, de arquitectura antigua .En 1 sementerio de bs as vi un sector de bebes con cunas de epoca de fierro grandes muy antiguas
ResponderEliminarDifícil es expresar el porque de la fascinación que uno siente por los cementerios. Pero podría aproximarse a sentir que uno entra a otra dimensión o que realiza un viaje al pasado también. Lugar lleno de historias, y auqaun suene extraño, de vida también.
ResponderEliminarEn mí caso ,me provoca una paz indescriptible. Es un sitio en el que podes estar como te sentís y nadie te va a preguntar cómo estás
ResponderEliminarBueno en mi caso desde niña me llamo la atención desde que un día fui aún cementerio los nombres de esas personas y si creo de saber su historia y Cuanto tiempo de vida y si estaban olvidados nose por que luego fui creciendo también su estructura de como esta construida y como va sumando es algo extraño.
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